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Para fabricar un ordenador de sobremesa y su pantalla son necesarios por lo menos 240 kilos de combustible, 22 kilos de productos químicos y 1,5 toneladas de agua. Casi nada. Por eso, para proteger nuestro cada vez más perjudicado medio ambiente se impone el reciclaje de los PC, en lugar de deshacernos de ellos.

Producir un chip de memoria de 2 gramos requiere 1,3 kilos de combustibles fósiles y químicos; de toda la electricidad que consume un ordenador durante su vida, el 80% fue empleado en el proceso de fabricación, y únicamente el 20% en su consumo diario... Los ejemplos pueden multiplicarse, pero la conclusión es única: hay que frenar como sea la contaminación informática.

Hace un año, la ONU difundió un estudio en el que solicitaba a los gobiernos de todo el mundo que tomaran medidas para estimular el reciclaje de los ordenadores viejos, e incluso para prolongar su vida útil, dado el nefasto impacto que tienen sus componentes sobre nuestro sufrido medio ambiente.

Pero lo cierto es que pocos países han prestado oídos a las recomendaciones de Naciones Unidas. Algunos sí han tomado medidas: ciertos estados europeos, Japón y Taiwán. Sin embargo, EEUU, el mayor productor y consumidor de PC del planeta, todavía no ha desarrollado un programa de reciclaje. Casi la totalidad de la basura electrónica, procedente de Europa y EEUU, se manda a las zonas más desfavorecidas de Asia. Allí, 100.000 personas se juegan su salud diariamente buscando materiales en los cibervertederos.

En aviones y barcos

En EEUU sólo se recicla el 11% de los desechos electrónicos. Miles de toneladas de basura informática parten todos los días en aviones y barcos desde distintas partes del planeta con destino a los gigantescos vertederos de China, Pakistán y la India. Allí, los limpiadores de chatarra informática buscan cobre, oro y otros materiales muy valiosos de las placas y chips en los mercados locales para venderlos. Pero los materiales tóxicos quedan allí. Éstos son absorbidos por el suelo, de ahí pasan al agua y las plantas y, finalmente, al hombre.

Hay fabricantes de PC (Hewlett-Packard, IBM) que cuentan con programas de reciclaje y pagan entre 10 y 35 dólares por aparato recuperado; pero la mayoría de la gente ignora estas cosas y sigue deshaciéndose de sus ordenadores antiguos sin pensar en las consecuencias para el futuro del planeta.
¿Y qué sucede con nosotros, los usuarios individuales? También tenemos nuestra responsabilidad, claro. Debemos acostumbrarnos a realizar ampliaciones en nuestros equipos antes de cambiarlos totalmente.

A la moda

El problema viene de fábrica; los sistemas operativos que nos venden únicamente recogen la última moda informática, por lo que casi cada minuto que pasa hay un ordenador ya viejo -en California, alrededor de 6.000 PC se quedan obsoletos cada día-. Y a una computadora vieja se le puede sacar partido: por ejemplo, para crear un servidor de impresión, un firewall o servidores DNS.

Otra posibilidad para reducir la ciberbasura es apostar por nuevas fuentes de energía, como el hidrógeno. Será el rey en un futuro no muy lejano. Sobre todo en otra industria, la automovilística, siempre afectada por la creciente escasez de petróleo.

Este año se va a producir un nuevo avance en la materia, al menos en Europa. El Real Decreto 208/2005 sobre aparatos eléctricos y electrónicos y la gestión de sus residuos, aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 25 de febrero, supone la trasposición a la legislación española de una serie de directivas de la UE. Eso sí, tendremos que pagar más: los aparatos electrónicos serán más caros por la nueva normativa de reciclaje, porque las empresas trasladarán costes a los consumidores.

Gestión de residuos

Porque, a partir de agosto, las empresas responsables de la producción de la mayor parte de residuos eléctricos y electrónicos tendrán la obligación de gestionar esas basuras. Cada empresa productora de aparatos eléctricos y electrónicos deberá acreditar que posee un sistema propio de gestión de residuos de estos productos, o bien que participa en un sistema colectivo.

De todos modos, tampoco será un sablazo a los ciudadanos soportar los 10 céntimos por aparato que puede costar el correcto reciclaje de un teléfono móvil. Nada, si pensamos en que con ello estaremos poniendo nuestro granito de arena para que España no genere al año entre 100.000 y 160.000 toneladas de basura electrónica doméstica, como ahora, sino mucho menos.

Las pilas, los celulares, las lavadoras o los ordenadores tendrán en el futuro tres posibles salidas: la recogida directa por parte de los ayuntamientos; el depósito en contenedores especiales; o la devolución al fabricante o al proveedor, a cambio de un nuevo aparato de características similares. La industria española está satisfecha porque, además, se creará un sistema de registro de empresas productoras de estos residuos y se desglosará en la factura el coste de reciclaje, lo que hará que se asuma un coste neutro idéntico para todas las compañías.

En los hogares españoles, según información del Ministerio de Medio Ambiente, hay unos 70 millones de aparatos que no se utilizan. Por tanto, hacer los deberes como exige la UE requerirá que la recogida de residuos electrónicos y eléctricos se multiplique por siete para alcanzar así los 4 kilos por persona y habitante.

El futuro

La nueva normativa está encaminada también a fomentar que las empresas apuesten por el ecodiseño para reciclar mejor y más fácilmente sus productos, a la vez que aprovechan mejor sus residuos. Los fabricantes de pilas ya han retirado el mercurio para un mejor reciclaje y, en el futuro, se apostará por tornillos de plástico o carcasas de móviles de fácil separación.

De hecho, si alguna compañía no sabe muy bien lo que tiene que hacer, debe informarse acerca de Tragamóvil y Ecofimática, dos iniciativas que ya han recuperado más de 400 toneladas de residuos de teléfonos móviles y equipos de reprografía, ofimática e informática.